...Un Dios que tejiendo la historia y viendo a cada uno de sus hijos en medio de desconciertos, en plena búsqueda de caminos, este nuestro Dios, nos sale al encuentro, sale a encontrarse con el hombre y le devuelve la identidad, le muestra quien es, a que está llamado. Dios, un Dios capaz de no quedarse observando, sale al encuentro del hombre con tanta ternura y decisión que asume y abraza a los hombres, haciéndose uno de ellos para rescatar la humanidad de todos.
En medio de la vida, de la historia, Dios se hace solidario con el hombre y se acerca, asume la condición humana, se hace cercano, camina al lado del hombre, le enseña desde sus propias costumbres, desde sus propias palabras, escucha, abraza, hace diálogo...
En medio del dolor y las preguntas, en medio del poder y los reclamos, Dios, pequeño y frágil en el pesebre, se encuentra especialmente con los más pobres, con los humildes, con aquellos que son capaces de sorprenderse y dejarse abrazar por la mirada de este Dios.
Quizás este sea un tiempo para volver a descubrir el verdadero sentido y dimensión de lo que significa un ENCUENTRO, y que desde allí podamos pensar todo lo que somos y hacemos, y descubramos si en realidad salimos a encontrarnos con los hombres o estamos al lado para decirles lo que nosotros creemos que necesitan.

Se trata de salir al encuentro de los hombres, así como Dios nos salió al encuentro de nosotros.
· Estamos hechos para el encuentro. El encuentro se da en la medida en que tengo la capacidad de descubrir que en el otro hay un misterio, una riqueza que a mi me hace mejor.
· El encuentro solo puede darse entre quienes, saliendo de sí mismos se animan a descubrir al otro. Es necesario tomar conciencia de que estamos delante de alguien.
· Para que exista encuentro es necesario: apertura para escuchar y aceptar otra mirada sobre la vida, escucha que permita sentirse entre pares, diálogo como herramienta ya que desde él puede existir un intercambio y no una imposición, capacidad de salir del centro de la escena, dejar de mirarnos a nosotros mismo y mirar alrededor.
Para pensar:
- ¿Qué es para mí realmente la Navidad?
- En estos días, ¿cuánto me acuerdo de Jesús, verdadero protagonista de la fiesta?
- ¿Qué debería hacer para acoger en mi interior a ese Dios nuestro que se hace niño en Belén?
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